martes, 28 de febrero de 2012

¿Y por qué no lloro?

     ¿Y por qué no lloro? ¡Vivan las preguntas retóricas! Es ella, una estúpida espina clavada que simula una asfixia, pero que parece débil y propensa a caer, dejando así libres todas las vías de respiración. Dejando así, que el individuo camine sin molestias, sin dificultades para que el aire corra un poco menos que como corría mi corazón. Bum bum, bum bum, así pero a 100 km/h.
     ¿Sabes? Todavía no me atrevo a negarlo, a negar que te quiero, que estoy enamorado, que eres tú. Solamente pienso que puede haber otro camino, que en el fondo sé que no me llevará a un sitio mejor, o quizá sí. Con estas líneas me emociono, pero no he llegado a soltar lágrimas. Creo que es la primera vez que sucede, pero te quiero.
     La rabia se acumula como el amor que sientes por él, por el otro, por el que crees que te quiere más que yo, pero no, no es así, esa es tu parte del problema de respiración, tu parte de la espina, tu pequeña equivocación, o eso creo yo.
     Podría escribir la descripción de este tiempo, pero las lágrimas ya luchan por salir, y sólo quiero reír. Reír porque eres feliz, reír porque siempre había creído que sabías que te amaba, reír porque aún pienso que lo sabes.
     Hola lágrimas, adiós escrito. Pero sólo este, porque quedan muchos, muchos más. Hasta que me muera, o me mates sin saberlo. Siendo la chica que ha recibido mis palabras más sinceras, no creo que deje de sentir esto por ti, y para ser sincero, no quiero dejar de sentirlo. Sólo démosle un tiempo a mi amor por ti mientras disfrutas de tu amor por él. Un tiempo que quizá ya acabó, un tiempo que quizá es inexistente. De verdad, te quiero.
                                                                                                                                 Jesús Alonso Lorenzo

jueves, 2 de febrero de 2012

Pensé

y ahora, bella dama, ¿cómo debo tomarme tus cuentos? No exijo que me mientas ni que te ahorres detalles, pero ¿por qué? ¿Por qué me hablas de color rojo?
Y ahora, bella dama, ¿cómo debo tomarme tus cuentos? Que no digo que sean mentira pero... ¿cómo? O debería decir ¿por qué? Pensé, pensé que sabías... Pensé. Quizá por eso escribo esto, porque pensé.
No dejo de pensar, y por eso no dejo de creer. De creer que lo sabes, de creer... quiero decir, de pensar... quiero decir, de saber que lo sabes.
¿Ves la primera letra de este texto? Está en minúscula, ¿verdad? Lo sé, no me equivoqué porque pensé. Quizá por eso escribo esto, porque pensé.
                                                                                                                                     Jesús Alonso Lorenzo